NOTA EN REVISTA 2010 Nº 12
El rol de los jóvenes y los desafíos del cambio cultural y la renovación política en el país de cara a su bicentenario.
El abultado triunfo electoral significó un verdadero espaldarazo al modelo de país que nace en el 2003, lo que le da aire para caminar un nuevo tiempo, más todavía con una oposición aún hoy fragmentada y sin política.
La profundización del modelo de crecimiento con distribución viene tomando forma en varias direcciones pero con un eje vertebrador que es la apuesta política y cultural en el próximo tiempo en la Argentina.
Luego de cimentar y colocar nuevamente al país en un estadio de normalidad elemental, recuperar la acción del estado nacional como rector en las definiciones, el proyecto del modelo nacional popular y democrático toma tareas que se pueden denominar de segunda generación.
Se trata ni más ni menos que de dejar bases sólidas sobre las cuales edificar un conjunto de políticas públicas que puedan ser estables y duraderas. Éstas significan Proyecto de Nación y un ser nacional como sujeto del mismo. Para lograr tal objetivo no alcanza con los mejores estadistas, sino que debe existir un acompañamiento social de envergadura logrado bajo un consenso de nuevo tipo.
Construirlo supone un cambio de tipo cultural (disputa de sentido) que involucra al conjunto de la población en un cambio de actitud con respecto a su participación y en la justa responsabilidad que le cabe en la definición de los destinos de un país que parece, cada vez más, decidido a dejar atrás las políticas liberales y excluyentes.
Esa disputa cultural es profunda y pareciera atacar estereotipos construidos y consolidados en el “sentido común”. El rechazo a toda actividad política o el rechazo y la negación de que las cosas se pueden hacer bien desde el Estado es uno de los escollos; cierta tendencia a que todo es lo mismo y nada cambia desde la acción política a la vez que, identificarla como fuente de todos los males nacionales.
El programa de periodismo político más visto de la Argentina tiene como un estribillo que reza “…nada cambia y parece que nunca va a cambiar”.
No es la misma culpabilidad cuando se habla de los empresarios, por ejemplo, y menos cuando se habla de periodistas y empresas de comunicación. Un ejemplo de ésto son los intentos de soborno de los empresarios de los tickets, caso que involucra claramente al sector empresarial y extrañamente no tomó nivel de escándalo público nacional.
A este sentido instalado le podríamos agregar el pragmatismo extremo de que lo único que vale es el éxito económico a cualquier costo, la sobrevaloración de las actitudes individuales por sobre lo colectivo.
Modificar ese sentido es una tarea compleja pero esencial a la hora de pensar en un acuerdo nacional, a la hora de volver a pensar en un país que no se permita volver la historia hacia atrás.
Haberle dado otro valor a la práctica política es, sin duda, uno de los valores agregados que ha aportado la gestión presidencial; una mirada militante, activa, trascendente, movió sin duda la estantería de un bipartidismo que funcionó sólo con el objeto de reproducirse eternamente en la gestión como administradores de intereses empresariales y/u otros pero que, seguramente, no eran los de sus votantes.
En este marco, se inscribe la participación de la juventud y su rol en la próxima etapa política del país. Ser parte de la solución y no del problema, ser la propuesta, la gestión y la renovación de nombres y de fuerza para producir en la Argentina el necesario quiebre cultural del posibilismo político, la inacción social y el fracaso como destino de país.
La participación de la juventud en los procesos políticos va tomando nuevamente color, sobre todo si los comparamos con la anterior experiencia neoliberal. Comparar con los `70 aunque sea una referencia casi obligada, es un tanto tosco en el análisis.
Si bien no vivimos tiempos de militancia masiva, la juventud contra todos los pronósticos se está reconvirtiendo nuevamente en actor político y cultural.
Son en general “los pibes” que pueden y deben llevar esa bandera de cambio cultural y renovación política. Apoyados sin lugar a dudas sobre un trasvasamiento generacional que tienda redes entre las experiencias de esa generación “maravillosa” y los desafíos presentes de un mundo que, aunque claramente distinto a aquel, conserva aún la misma matriz desigual.
Este es el trasfondo del llamado a la organización juvenil que se va a ir constituyendo en el próximo año y que va a tener entre sus tareas, ni más ni menos, que enamorar a su generación de un proyecto colectivo y hacer punto en el trabajo de reconstrucción del proyecto nacional de país. Una corriente política, cultural y social que se expresa desde el centro del kirchnerismo y que lo exprese más noblemente, teniendo como eje al peronismo y sumándoles otras experiencias propias de este tiempo.
Esteban Concia
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